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Walter Minor / Especial
walterhistorias@gmail.com - historiasdeolavarria.blogspot.com
Después de un pequeño paréntesis para aprovechar los lindos días de verano, volvemos a retomar nuestras historias. Esta vez, aprovechando la “croteada” que la incansable Maribel García propone desde los Museos de los Pueblos para este fin de semana, escribiremos sobre este tema.
Trataremos de retrotraernos en el tiempo y conocer el nacimiento de quienes formaron parte activa e importante de nuestra comunidad, hasta que Menem les sacó el 70 por ciento de las vías y prácticamente desaparecieron (ni los crotos se salvaron).
Para el final, una historia real, maravillosa y llena de sentimientos, ocurrida en Olavarría y que tuvo como protagonistas a un croto y una docente. Esa amistad estará contada por la propia protagonista Claudia Sarazola, a quien le doy las gracias por compartirla con nosotros.
Una imagen de otros tiempos
Entre los recuerdos que cada persona cercana al medio siglo de vida atesora, hay uno que no puede faltar por diversos motivos encontrados que lo hacen inolvidable. Miedo o cariño, repelencia o simpatía, admiración o menosprecio. Calificado como limosnero, vago y hasta “hombre de la bolsa”, este caminante solitario siempre fue saturado de adjetivos, preferentemente en tono despectivo.
Sucio, borracho, piojoso, “chorro”, haragán, inútil, fueron algunos de los términos empleados. Sin embargo, quienes así lo trataban, ni siquiera conocían los motivos que impulsaban a este hombre a tomar las vías como una forma de vida.
La realidad indica que siempre hubo quienes llegaron a esa situación por diversos motivos. Algunos por miseria; otros por problemas familiares, laborales o por el solo gusto de emprender una aventura.
Dejarlo todo y hacerse nómade. Casi un mochilero de nuestro tiempo pero con otras necesidades y otras convicciones.
La aparición de los crotos
En su libro “En Pampa y la vía. Crotos, linyeras y otros trashumantes “, Osvaldo Baigorria dice que: “Desde principios del siglo XX, una subcultura de trashumantes se ha dedicado a recorrer las vías y caminos de la Argentina en fuga del hogar sedentario, el trabajo permanente, la propiedad, el patrón o la ley.
Crotera en Estancia Dos Marías (ex Alfredo Fortabat).
Decir subcultura no significa que fueron precisamente una minoría. Cálculos oficiales estiman que entre las décadas del 30 y el 40 el trazado ferroviario argentino era recorrido por una masa que oscilaba entre doscientos mil y trescientos ochenta mil sujetos que por sus actividades, indumentaria y códigos de comunicación podían ser llamados, lisa y llanamente, vagabundos. O en criollo, crotos y linyeras. Es decir: el vagabundeo fue un comportamiento social generalizado entre los jóvenes extranjeros y nativos de las clases sociales más bajas de aquellos años”.
Linyeras
Parece ser que los primeros linyeras fueron italianos.
La palabra linyera fue aplicada a quienes llevaban al hombro un pequeño atado de ropas que los italianos denominaban Lingera, palabra que proviene de lingeria (lencería o ropa interior).
Ese atadito de ropas, con el tiempo, pasó a llamarse “mono” y fue quizá por parecerse a esa costumbre gitana de andar deambulando con dicho animal encima del hombro.
El mono era una simple bolsa de arpillera con las costuras abiertas para guardar la ropa, a la que se le ataban dos puntas para poder pasar el brazo y llevarla al hombro.
Debido a la cantidad de errantes que usaban esta costumbre (se calcula 100.000 en la primera década del siglo XX), nació la leyenda de “el hombre de la bolsa”, cuya imagen popular era de desarreglo, la barba espesa y una bolsa en el hombro.
El croto
El término, croto, nace en 1920, cuando el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, José Camilo Crotto, permitió a los trabajadores golondrinas viajar gratis en los trenes provinciales de carga. Esto incentivó la costumbre de tomarse estos trenes para seguir la ruta de las cosechas, o simplemente para viajar de un pueblo a otro sin pagar boleto cuando el trabajo escaseaba.
Se les llamó crotos a todos los que viajaban sobre los trenes de carga que surcaban el campo.
Un croto fue en sus comienzos un trabajador de las temporal que necesitaba estar siempre a las orillas de las vías para dirigirse en cualquier momento a las zonas de cosechas.
Fueron trabajadores “por tanto” (por producción), ya que cuando terminaban las labores “volvían a ser libres”. La mayoría eran anarquistas y esta era su concepción de libertad. Tener lo necesario y no someterse a la “esclavitud” del trabajo por mucho tiempo.
Fueron marginados y perseguidos, pero siempre indiferentes al patrón, al trabajo fijo y a la policía.
Ser un croto
Un croto verdadero es un nómade y solitario por gusto.
Entre los primeros crotos hubo gente ilustrada que inclusive ejercieron como maestros o ayudaron a fundar bibliotecas populares, sindicatos agrarios, conjuntos de teatro, grupos de lectura y estudio. Mas tarde todo fue evolucionando y el croto no fue ajeno a esos cambios.
Todavía quedan algunas “croteras” en las estancias donde estos amantes de la libertad tuvieron su lugar para alojarse, aunque muchas veces también supieron dormir a la intemperie.
Entre ellos también hubo gente fuera de la ley, cazadores y vendedores de bijouterie, creadores y distribuidores de periódicos anárquicos. Pero básicamente, croto es la persona que siempre transitará la vía, por gusto y no por necesidad.
Como bien se autodefiniera Américo “Bepo” Ghezzi, el croto más famoso de Argentina:
“Ser uno solo y nada más, porque una piedra, un viento, un ruido, ya son compañía”
En alguna época se los llamó truhanes. No entraban en la categoría de ciruja, ya que no juntaba cartones ni chucherías para vender, ni en la de mendigo. El croto auténtico prefería trabajar para ganar o robar, antes que pedir.
Hoy ya casi no se ven deambulando con su paso tranquilo y sin apuro, tal vez porque el mundo cambió tanto que ya hasta las vías les pertenecen a otros.
Croto. Una especie casi extinguida que se mezcló finalmente con el limosnero, el vago, el ciruja, el borrachín con la ilusión de “hacer bulto” y no permitirnos decir:
Croto: dícese de aquel que dejaba todo y buscaba la soledad para vivir pegado al único elemento del mundo al que le interesaba pertenecer: Las vía del tren.
(Las fotos de esta relato “Crotos”, pertenecen a Maribel García)
Una historia real, a puro corazón
¡FORTUNATO PARDO!
Mi Gran Maestro
Por Claudia Sarazola
Una mañana muy fría de Junio de 2003 , iba con una compañera y mi hijito Sebastián de un año , camino a Espigas , bajamos para el camino de acceso y en la recta que une la ruta 226 y Espigas , venia caminando con unas ramas en la mano , un viejito , chiquitito, barba larga , le dije a mi compañera:
Claudia y Fortunato: la docente y el croto. Una gran amistad.
- ¡Pará! ¡!. -
Ese día paramos, me baje del auto y con actitud desafiante él, puso sus ramas como defensa.
- Hola (le dije), me llamo Claudia. Soy maestra voy a trabajar -
Bajó las ramas y me saludó. Me indicó donde vivía. Mire... En esa terrible mañana de viento y frío en la cuneta, vi un fuego, unas lonas, un perro y un “mono”. Seguimos camino, durante toda esa tarde les contamos a nuestros alumnos de nuestro nuevo amigo.
A las 17 horas, emprendimos el regreso, casi sin mirarnos con mi compañera sabíamos lo que íbamos hacer. Recorrimos unos kilómetros y ahí estaba, junto a “solito” su perro y todas sus cosas, nos invitó un mate, y nos dio un bidón para que le traigamos agua.
Ese fue el comienzo de muchos, días… meses… Años.
Todos los días le llevábamos la comida, una vez lo hacía Dani y otra yo. Llegó su cumpleaños y allí estuvimos, entre los pastos con una torta con velitas, él se reía, al principio esquivo, después más resuelto…
Cada dos días recorría un “trecho”.
Nuestro temor era que pasara el puente, ahí perderíamos contacto, entonces “arreglamos” que hasta fin de año se quedaría abajo del puente. Jaaaaa. Allí lo afeitamos, le cortamos el pelo.
Teníamos códigos, teníamos “lenguajes”, yo me bajaba del auto con la comida y si no lo encontraba en su “lugar”, gritaba: “Si hay algo que me enarbola aquí llego Claudia Sarazola” (cantando), y él me respondía: “Porque se enarbola llego la Claudia Sarazola”, y se mataba de la risa.
Una mañana de mucho viento y lluvia, encontramos sus cosas y una lona con cuatro piedras tipo estaca, había llovido mucho toda la noche, casi sin mirarnos y con lágrimas en los ojos…paramos, yo gritaba nuestro canto, y no me contestaba. Ninguna de las dos nos animábamos a destapar esa lona, creímos que estaba muerto. Con nosotros iba un chico de 17 años que estudiaba en Espigas y lo mandamos a él a destaparlo. Para sorpresa y alegría, solo estaban sus pertenencias. Y al galope de media rienda venia un hombre a avisarnos que “como había llovido mucho “ en la noche lo vino a buscar y lo tenía en el galpón de su campo ¡RESPIRAMOS!
Seguimos a nuestro trabajo y allí encomendamos a mi mamá que mientras trabajábamos ella preparara sopa, comprara fruta, armara un bidón con agua y pan. A las 17 has nos despedía con todo lo solicitado.
Llegamos y él ya estaba allí en su “casa”, lo abrace, le dimos las cosas y ese día juro que lo quise traer a casa.
En mi barrio todos conocían la historia…. El carnicero me daba carne, el almacenero verduras y así mi “misión” era prepararle todos, todos los días la comida. Mi compa consiguió una olla que conservaba caliente y ahí poníamos las cosas.
Mi compa compraba leña para que no tenga que salir a juntar.
Generalmente demorábamos una hora de viaje, supuestamente a las 18 estábamos en nuestras casas, eso dejo de suceder, nuestro arribo era a las 19 horas, porque nos tañábamos nuestro tiempo con él, donde cantábamos, charlábamos, mi hijo jugaba con solito (el perro) y no faltaban los mates, dulces muy dulces.
Solito: el fiel amigo de Fortunato Pardo.
Conmigo tenía mucha onda, me quería contar cosas, porque yo le preguntaba algunas son estas:
Che Pardo nunca te enamoraste ‘…… “si…. De una correntina que conocí a los 20 años.
“-¿Y?
... Nooooooo ella quería tener hijos y a mí no me gusta desparramar mi sangre por todos lados.
¿Y por qué sos caminante? ¿Desde cuándo?
Desde muchacho…. Yo soy de 25 de mayo y mi padre nos hacía ir a la iglesia, le pegaba a la vieja y yo me fui….Salí a caminar y todavía sigo.
¿Nunca trabajaste?
Sí, mucho, hasta con los indios palie.
Otras veces charlamos de amistad.
Otro día lo encontré recién bañado le dije “amigo te pusiste de pinta “se rió
Le dije ¿dónde te lavaste?
Ahí…. Señalando un charco grande de cuneta recién llovida
Qué lindo pullover tenés…… ¡me gusta mucho!
A las 17 horas cuando volvía tenía el pullover en una bolsita y me dijo:
-Tómalo si tanto te gusta te lo regalo -.
Mi amiga pidió licencia y yo viajaba sola con Sebas. Paré y le digo
- Uhh, estoy complicada hoy Pardito, mi mamá viajo y no sé con quién quedará mi nene mientras yo trabaje -.
Sin pensar un minuto me dijo:
- Déjalo acá, yo lo cuido y a la tarde lo buscás.
Estaba frente a un verdadero amigo. No lo dejé porque supuse que lloraría, pero dudé un instante. Llego diciembre, no quería dejarlo, pero terminaban las clases. Sii ¡!! Paso el puente ¡!! Lo perdí ¡!!
En marzo de 2004, me fui a vivir a Espigas con mi familia, un sábado le pedí a mi esposo que me lleve a recorrer las calles entre Espigas y la estancia “El perejil”, (ese era su destino), salimos con mi nene, un armamento de leña, comida. Buscamos, re buscamos y por ahí vimos una señora que cerraba una tranquera, me baje y le digo:
-“Sra. usted no ha visto por aquí un hombre chiquitito, de barba con un perrito”.
- ¿El croto?, me dice.
Sí, sí. Ah sí, está a unos 1000 metros de acá, en la cuneta.
- ¿Ud. es la maestra? Me dice. Yo casi me muero.
- Sí, si señora. ¿Le habló de mí?
-¡Sí vive hablando de usted, y me mostró una foto suya por eso la reconocí!!
Creo que ni me despedí de y subí a mi camioneta casi sin respirar.
Llegue y sólo vi a Solito.
Empecé a gritar y cantar como loca y muerto de risa venia él.
Fue una hermosa tarde de mates, risas y mucha alegría, pero me tenía que ir, si bien mi familia me bancaba, no sentían lo mismo o con las mismas ganas.
Fortunato, Claudia y Sebastián durante una mateada.
En 2005 me vine a Olavarría a vivir, siempre buscaba información de él y me entere que estaba viviendo en una casa del ferrocarril abandonada llegando a Recalde. Por supuesto que convencí a mi marido y un domingo de mucha lluvia partí a verlo.
Llegamos con nuestro armamento, comida, leña, agua, torta, yerba...
Grité y canté. Y detrás de unos árboles donde estaba escondida, pude escuchar: “¡Llegó la Claudia Sarazola!, casi me muero.
Pasamos una hermosa tarde. Charlamos, nos reímos, disfrutamos la vida. A los 15 días, me llamó un hombre por teléfono que le dijeron que yo era la maestra “amiga del Croto” y me dijo:
-Señora, murió Pardo, encontramos en sus cosas una foto suya.
No lo podía creer, Fue una noche de muchas lágrimas y recuerdos.
Adoré a Pardo. Fue un maestro para mí...
(Fotos y relato pertenecen a Claudia Sarazola)
Fuente: INFOEME
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