sábado, 24 de mayo de 2008

Archivo Nro 1: 25 de mayo de 1810

El 25 de mayo de 1810

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Por Julio Colotti

Exordio

Hay una horma prescripta para pensar al proceso de independencia americana a la que la mayoría de los historiadores se ciñen, y es la de considerar la influencias de causas o ideas externas, europeas o norteamericanas y causas o ideas locales. Esta visión refiere a las ideas del iluminismo y del liberalismo, el libre comercio, la competencia, el individualismo, que según este enfoque se manifiestan en la Revolución Francesa, en la independencia norteamericana y son propagados por las conquistas Napoleónicas y por la necesidad de expansión del comercio inglés.

Estas ideas liberales nacen en las potencias dominantes de esa época, Francia e Inglaterra y dentro de esos países en los sectores que componen la nueva estructura de poder de la sociedad. Conjunto de ideas o ideología que germina como respuesta a la necesidad que tiene el hombre de justificar sus acciones, buenas o malas, justificarlas hacia otros hombres, justificarse a si mismo y justificarse ante Dios o ante lo que desde su visión personal considera la trascendencia. Justificar su poder a veces obtenido en forma no santa, justificar sus privilegios y justificar la opresión ejercida a sus hermanos postergados o por lo menos su desentendimiento hacia ellos.

Este pensamiento, estas causas, pueden haber influido en alguna forma a parte de los sectores de la sociedad con mayor poder de decisión y que suelen ser propensos a gozar de los privilegios que esa posición de poder le pone a mano y no a cargar con el peso de mayores obligaciones y responsabilidades hacia sus hermanos postergados.

El parecido a lo que sucede hoy da credibilidad al proceso histórico que de lo contrario parece una entelequia. Si consideramos las consecuencias de la aplicación de ideas monetaristas de Friedman y Lucas de la Universidad de Chicago – subvencionada por Rockefeller - traídas a la argentina, posterior al golpe de 1976, de la mano de Martínez de Hoz, Caballo, Machinea y otros serviles dependientes de la usura internacional de los Rockefeller, Morgan, Carnegie o Rothschild entre otros; reconoceremos en nuestro pueblo padecimientos similares a los que soportaron los pueblos del imperio hispánico en el siglo XVIII y principio del siglo XIX.

Pero este pensamiento no tuvo mucha influencia en el pueblo llano y en los cuadros de aquel entonces, para quienes las ideas de libertad, igualdad y fraternidad - integrantes del discurso liberal - no eran ninguna novedad, no consistían en una especulación teórica, sino que tenían una aplicación práctica cotidiana en las comunidades tanto en España como en Iberoamérica.

Los pueblos del imperio hispánico tenían una fuerte formación cristiana forjada primero en la unidad en la fe, en la esperanza y la caridad, indispensables para afrontar con unidad, como afrontaron, ocho siglos de lucha por la recuperación de la patria española ocupada por el imperio islámico y después en América, donde la fusión de razas es posible porque parten de la premisa de considerarse todos hijos del mismo padre y venerar la presencia constante de una misma madre.

Españoles y criollos eran gentes que habían vivido el sistema que acepta las comunidades y las protege, que habían abrevado de las nuevas ideas de la modernidad católica: los derechos políticos de las personas, la legalidad y legitimidad del levantamiento contra el gobierno, que no solo es legítimo y constituye un derecho, sino que tienen la obligación los cristianos de no obedecer, cuando es contra derecho, desde el punto de vista natural verdadero y de las necesidades de la gente.
Ideas producto de la convivencia popular, si bien llevadas al plano teórico por intelectuales de la talla de Francisco de Victoria (1486 -1546) y Francisco Suárez (1548 –1617) de las universidades de Salamanca y Lovaina respectivamente, forjadores de un nuevo sistema jurídico que vino a soportar y sostener las Leyes de Indias. Leyes que están informadas del espíritu de la nueva teología y la nueva juridicidad que redunda en una política de afirmación del proyecto del Imperio como unidad de las naciones. Al decir como unión de las naciones afirmamos que ya es federal por sí mismo.

Estas consideraciones no pretenden angelizar a los hombres de entonces. No fueron ángeles, fueron hombres muy duros, dispuestos a matar y morir por la gran causa que justificaba su paso por la vida, pero también por un interés subalterno o una trivialidad. Pero fueron, en general, hombres formados, no una masa veleidosa, influenciable con modas ideológicas.

Desde la óptica descripta consideramos al proceso de España y de América como un mismo proceso de lucha de las comunidades libres contra el absolutismo anglo-borbónico, con las diferencias lógicas devenidas de darse en dos continentes distantes y uno de ellos, América que debía resolver además el encuentro de culturas y crisol de razas.

En España se manifestará en la brega de los independientistas, uno de los cuales dejo dibujado y pintado este anhelo para testimonio de futuras generaciones, que fue Don Francisco de Goya y Lucientes (1746 – 1828) pintor dibujante y grabador notable que dejó plasmado en sus obras de arte tanto el levantamiento contra Napoleón, los fusilamientos y crueldades a que eran sometidos los valerosos paisanos españoles y aquellos en los que mostraba como era la corte, el asco o el rechazo por parte de todo el pueblo de estos nobles serviles al poder de turno, apoyo político del invasor José Bonaparte, llamados “los ilustrados” o afrancesados que finalmente eran unos extranjeros.

En América el proceso de la península repercute irremediablemente, comienza la guerra de la independencia americana, poco después de comenzar en la península. Algunos militares argentinos, como el Padre de la patria venían de pelear la guerra contra Napoleón.

Situación en Europa

En octubre de 1800 la corte española y su rey firman en San Idelfonso el llamado “Tratado de neutralidad” con Napoleón I. Por este tratado, de carácter secreto, como reafirmando su calidad vergonzante, Francia autoriza a España a permanecer neutral en la guerra que se desarrolla entre Francia e Inglaterra, pero en calidad de satélite de Napoleón. Carlos IV se compromete a abrir los puertos de España a navíos franceses de todo tipo y pagar 6.000.000 mensuales como precio de su abstención.

Este tratado pone de manifiesto la decadencia, la corrupción y la debilidad de un estado que renuncia a su espíritu de potencia legado por su ascendencia y una corte que había perdido la conciencia de su propia dignidad.

Las consecuencias de este pacto bochornoso fueron trágicas: Napoleón perdió todo respeto a una corte capaz de aceptar semejantes condiciones y desde allí en adelante sus requerimientos fueron en aumento como también las concesiones y hasta vejaciones que España debía aceptar.

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En octubre de 1805 se enfrentan una fuerza británica contra una flota hispanofrancesa, en el cabo de Trafalgar (situado en la actual provincia española de Cádiz), con la victoria final de aquélla, revalidando de manera definitiva la superioridad británica en los mares y desbaratando el plan del emperador Napoleón Bonaparte de invadir Gran Bretaña. Otro duro golpe para España otrora reina de los mares.

En este proceso de decadencia del estado español se expresa nuevamente en el enfrentamiento entre su rey Carlos IV apoyando a su “válido” Godoy, mentor de la paz infamante de San Idelfonso; contra su hijo, el príncipe heredero Fernando VII. Apoyado por el ejército Fernando VII despoja a su padre de la corona.

Napoleón aprovecha el conflicto para intervenir y en lugar de reconocer a Fernando VII lo obliga a abdicar a favor de su hermano José Bonaparte en 1808.

Ante la noticia de que los infantes de España eran sacados contra su voluntad del palacio se produjo un levantamiento popular en Madrid que fue ahogado en sangre por el ejército francés que ejecuta cientos de fusilamientos.

A pesar de la represión sin piedad al pueblo español, parte del funcionariado que fueran “leales” a Carlos IV y luego “leales” a Fernando VII, se transforman en aduladores de la causa francesa.
Cualquier parecido con la actualidad - en que los funcionarios del golpe de 1976 se transforman en funcionarios de la democracia con Alfonsín, pasan a ser luego leales a Menem su “intransigente” oponente y por último leales a Kirchner, detractador de todo lo anterior – es pura coincidencia

Pero también en ese mismo año se produjo la primera derrota en Bailén del hasta allí invicto ejército napoleónico. El general Francisco Javier Castaños improvisó un ejército con tropas enviadas por las juntas de defensa de Granada y Sevilla, en general campesinos mal armados (garrochistas o milicias populares) sin preparación y con ellos derrota a los veteranos de Napoleón. Allí nuestro entonces Capitán de Caballería San Martín, va a recibir una medalla de oro en reconocimiento a su valor. Ya en la batalla de Arjonilla, donde un soldado Juan de Dios salvó su vida, había merecido una mención y un ascenso por el valor demostrado.

Como se ve, en el pueblo español sucedía otra cosa. Como movidos por un chispazo del creador, irrumpirán en la historia para volver a ser artífices de su destino. La unidad en la fe, el legendario valor hijo del convencimiento de luchar por una causa justa, y la personalidad política de ese pueblo, volverán a aflorar inspiradas por un soplo del Espíritu Santo y van a lograr lo que parecía imposible: detener la carrera de triunfos de Napoleón Bonaparte.

Uno de los grandes errores que comete Napoleón, que minarán su futuro político, fue considerar que el estado español y el pueblo español eran la misma cosa. Deberá comprobar en carne propia que no era así.


Las Invasiones Inglesas

Nos interesa, en esta oportunidad, considerar a las invasiones inglesas desde el punto de vista de su incidencia en la revolución de mayo.

La dotación de fuerzas en Buenos Aires, ciudad que por entonces albergaba más de 45.000 almas, eran de alrededor de 3000. Los cuerpos regulares de 1500 y otro tanto de milicias urbanas indispensables para detener los malones que solían asolar los alrededores.

Los ingleses desembarcaron en la costa de Quilmas el 25 de junio, poniendo en tierra 1635 hombres
Sobraban fuerzas humanas y materiales como para enfrentar las mandadas por Beresford y si no ocurrió se debió a la incapacidad de la conducción militar y al temor del Virrey Sobremonte de entregar armas a las milicias urbanas.

Después de algunas escaramuzas sin mayores consecuencias el ejército inglés entra en Buenos Aires adueñándose de gran cantidad de armas y bagajes. Sobremonte había abandonado la ciudad y se dirigía a Córdoba con el tesoro. Corona con esta actitud una nefasta actuación como Virrey marcada por el la soberbia, el despotismo y la petulancia que lo llevaran a tener constantes conflictos con los vecinos.

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El domingo 1º de julio, en la iglesia de Santo Domingo, mientras asiste a misa a los pies de Nuestra Señora del Rosario, Liniers toma la decisión de encabezar la reconquista de buenos Aires y hace votos de entregarle los trofeos de la victoria que ha de lograr, según confía, bajo su amparo omnipotente. Las circunstancias del voto de Liniers se hallan consignadas con fecha 25 de agosto de 1806 en el libro de actas de la cofradía del Santísimo Rosario que tiene la iglesia de Santo Domingo.

Los aprestos para la reconquista se realizan en Montevideo al mando del Gobernador y Liniers, en los alrededores de Buenos Aires bajo las órdenes de Juan Martín de Pueyrredón y en el resto del Virreynato promovidos por Sobremonte quién, ante difícil situación, ahora recepta de buen agrado a las milicias voluntarias de tierra adentro.

El primer intento de reconquista lo efectúa Pueyrredón con una temeridad que se sobrepone a toda prudencia. Luego de un oficio religioso al que asiste toda la tropa se lanzan a la batalla llevando un estandarte de la Purísima Concepción que les ofrendó el cabildo de la Villa del Luján.
El 1º de agosto se enfrentan con las tropas de Beresford. Los criollos abrieron fuego bajo el grito de -“¡Santiago! ¡Cierra España! Mueran los herejes” pero no pasó de allí. El resultado fue adverso y no sorprende ya que eran tropas bisoñas mal armadas y más dotadas de valor y arrojo que de disciplina militar.

Liniers se acerca con sus tropas a Buenos Aires ciudad cuyos vecinos se habían organizado para la resistencia en reuniones que realizaban para el rezo del Santo Rosario. Inexplicablemente Beresford no sale al encuentro de Liniers y deberá enfrentarlo en una ciudad hostil en momentos en que cae una copiosa lluvia que hace impracticable todo movimiento especialmente de la artillería.

La gente de la ciudad ayuda a las tropas de la reconquista a atravesar lodazales interminables. Amparados por la neblina se produce el ataque al que se incorpora una ola humana por las calles y azoteas. Luego de una resistencia que deja 400 muertos a las tropas inglesas, estas se rinden. Liniers que había animado a la tropa desde el frente recibe tres heridas solo en sus vestidos.
Las banderas del ejército inglés son, de acuerdo al voto de Liniers ofrendadas a la Virgen del Rosario.
El cabildo llama el 14 de agosto a un “Congreso General sin etiqueta de asientos por haber de concurrir como hijos de un mismo padre, el rey y hermanos de una misma causa a las autoridades y vecinos más expectables”

Concurren al Congreso en el cabildo 98 personas pero lo vivan desde afuera 4000 que festejaba el triunfo ruidosamente y un grupo encabezado por Pueyrredón y Paso se va a lanzar al cabildo para solicitar la deposición del virrey del mando de las tropas y su reemplazo por Liniers, de acuerdo a lo admitido por la Ley 3 del título 3 de la Recopilación de Indias.

Sobremonte estaba por llegar a Buenos Aires luego de una marcha desde Córdoba a la que se incorporan las milicias del interior. Desde San Nicolás delega el mando político en el regente de Audiencia y el militar en Liniers.

De allí en más Liniers se aboca a la organización del ejército regular y de las milicias populares que antes de la reducción llevada a cabo por Cisneros en 1809 llegaban a un número de 7500.
La defensa de la segunda invasión, fuerte en más de 12.000 ingleses se hace más por la bizarría de las milicias en defender la ciudad palmo a palmo que por la pericia de Liniers como conductor de tropas quien se creyó derrotado y estaba preparando las condiciones de la capitulación. Dice el General inglés Whitelocke en su defensa – …“No hay un solo proceso en la historia, me atrevo a decir, que pueda igualarse a lo ocurrido en Buenos Aires donde, sin exageración, todos los habitantes, libres y esclavos combatieron con una resolución y una pertinacia que no podía esperarse ni del entusiasmo religioso o patriótico”…

En Julio de 1809 llega la noticia de que la Junta de Sevilla, trasladada a Cadiz (defendida por la armada inglesa) desigan un reemplazante de Liniers en la persona del Teniente General de marina, héroe de Trafalgar Don Baltasar Hidalgo de Cisneros.

La milicia urbana de Buenos Aires estaba en ese momento dotada de 7500 hombres entre ellos elegían a sus jefes y entre los jefes elegían a los oficiales por su prestigio ya que, la mayoría, no tenía estudios especializados. Tenían sus cuarteles, cumplían servicios diarios y recibían una paga.-
Es decir que cada familia de Buenos Aires - de una población de alrededor de 45.000 almas - tenía uno o dos hijos en la milicia o un sobrino o hermano o pariente cercano ya que uno de cada seis habitantes formaban en las milicias urbanas.

Ya consideramos como irrumpieron en la escena política para sacar del mando a Sobremonte imponer como Jefe militar a Su Comandante Liniers. Desde allí en adelante incidieron de forma rotunda en las decisiones políticas.

Cuando se presenta Cisneros las milicias consideran seriamente si no ha llegado el momento de desconocer a una autoridad – la Junta de Cadiz – que debía su existencia a la armada inglesa y en la misma península existían otros Virreyes nombrados por la junta de Galicia y la Junta de Granada. Pero don Cornelio Saavedra, hombre de prestigio en las milicias, dirá – “las brevas no están maduras”.

Cisneros jura y asume el mando ante el Virrey saliente, por prudencia, en la Colonia.


Los Alzamientos contra la los funcionarios dependientes

Criollos y españoles arraigados en América confirmaban sus recelos en el sentido de que las autoridades de América dependientes de la España sojuzgada primero por franceses y a continuación por ingleses intentarían mantenerse en sus cargos tanto si se afirmaba la dinastía francesa de José Bonaparte, que todo hacía presumir, como si se transformaban en una especie de protectorado inglés, situación que se planteaba en el Consejo de Regencia de Cádiz sobreviviente gracias a la defensa de la armada inglesa - que ya se había cobrado sus honorarios bombardeando todas las defensas que pudieran atentar en un futuro contra su posesión del peñón de Gibraltar-

Esta es la causa de fondo de los levantamientos populares que se produjeron en Chuquisaca (mayo de 1909), La Paz (julio de 1909) y Quito (agosto de 1909).-

En Chuquisaca – centro universitario al que concurrían estudiantes de medio continente- el estallido había sido provocado por el rechazo al Comisionado de la Junta de Sevilla Don José Manuel Goyeneche, quien llevaba pliegos procedentes de Brasil es decir de los portugueses pro ingleses que eran bastante aborrecidos en la zona.

En La Paz – de población predominantemente indígena - había un movimiento preparado desde hace tiempo que aprovecha la oportunidad que le brindan los sucesos de Chuquisaca. El cabildo acaudillado por don Domingo Murillo, don Juan Pedro Indaburu y el Cura Medina, después de provocar la renuncia del Gobernador y del Obispo asumen el Gobierno y forman una Junta Tuitiva (que guardan amparan y defienden) Es de destacar que al formular cada demanda lo hacían con un previo ¡Viva Fernando VII!

Lanzan una proclama en la que se hace referencia a “la bastarda política de Madrid” (en manos de Francia) y declaran que “ya es tiempo de levantar el estandarte de la libertad en estas colonias”
El Virrey Abascal de Perú manda fuerzas militares que al mando del Goyeneche pro portugués, en forma sangrienta, aplastan el movimiento y condenan a muerte a los principales comprometidos.

Para sofocar el movimiento de Chuquisaca el Virrey Cisneros mandó fuerzas de Buenos Aires mandadas por el Mariscal Nieto. Entre las fuerzas represoras formaba un contingente criollo a las órdenes de Cornelio Saavedra.

En octubre de 1909 Cisneros después de consultar diversas opiniones – y cuya pieza destacable la constituyó la nombrada “Representación de los Hacendados” de Mariano Moreno - decreta la libertad de comercio con Inglaterra y con los países americanos, con algunas restricciones en defensa de las industrias del interior del país.

La libertad de comercio, viene al margen de toda teoría, a responder a una necesidad de vital importancia para Buenos Aires desconectada de España y de toda metrópoli y para Inglaterra – a la sazón aliada de España - que tenía los puertos de Europa bloqueados por Napoleón. Por supuesto que los ingleses no respetaron las restricciones y los comerciantes porteños se enriquecieron más de lo que asistieron a las necesidades generales.

La revolución de Mayo

Desde los primeros meses de 1810 comenzaron a llegar a Buenos Aires noticias sobre los desastres en España. El 14 de mayo una fragata inglesa trajo, a través de periódicos con informaciones hasta el 24 de febrero, la noticia de la caída de Sevilla y Málaga y la formación en Cádiz de un Consejo de Regencia.

Las milicias habían sido reducidas por Cisneros a un número de 3448 con el pretexto de hacer economías pero sus cuarteles seguían siendo un caldo en ebullición al que concurrían cotidianamente los veteranos. La idea corriente era –“no podemos permanecer a merced de la fortuna de la guerra adversa en la península, resignados a pasar de ser colonos de España a colonos del imperio Francés”.

La convicción general era que la potestad del Virrey había cesado al cesar el gobierno de España que le dio origen.

El día 18 de mayo se reúnen dos grupos separados a hacer planes para derrocar al Virrey. Uno de los grupos estaba conformado por oficiales de las milicias urbanas: Viamonte, Chiclana, Díaz Velez, Saavedra se encontraba ausente; el otro reunía a un grupo de intelectuales muchos de los cuales también participaban de las milicias populares: Vieytes, Rodríguez Peña, Passo, French y Berutti. Belgrano que participaba de ese grupo se hallaba ausente.

El 20 de mayo se reúne Saavedra con el otro grupo - que algunos historiadores tildan con el mote de Carlotistas por haber participado alguno de ellos en un plan para traer a la Infanta Carlota de Portugal, hermana de Fernando VII como gobernante al Virreynato - y entre ambos grupos acuerdan un plan de acción.

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El 21 de mayo se congrega gente en la plaza mayor pidiendo cabildo abierto y la destitución de Cisneros. Lucían cintas blancas y algunos una imagen de Fernando VII, habían sido convocados por French y Berutti en un número cercano a los 600.

Cisneros convoca Cabildo Abierto, a la “parte principal y sana del vecindario” para el día 22 y ordena el acuartelamiento de las tropas regulares, las milicias hacen lo mismo. Se reparten 450 invitaciones.
El cabildo abierto del 22 de mayo. El día 22 el regimiento de milicias de Patricios se despliega controlando las bocacalles y dejando pasar a quienes consideraban amigos. Una multitud se congrega en la plaza.

Los soldados regulares; en número de 609, único apoyo seguro con que podía contar el Virrey; nada pueden hacer.

El argumento de “caducidad del Virrey” es planteado por Mariano Moreno. Se da una discusión en la que no logran acordar los diversos grupos.

Al día siguiente reaparece el Virrey como presidente de una flamante Junta Gubernativa en la que participan Castelli y Saavedra quienes prestaron acuerdo.

El grueso popular no acepta la continuidad de Cisneros y se genera una nueva crisis que termina por producir la renuncia de los nombrados y la exigencia de una nueva junta.

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Al fin el día 25 de mayo, después de jornadas muy agitadas, y de acuerdo con el pueblo, que sí
estuvo, se proclamó, avalada por 476 firmas, la Primera Junta Provisoria Gubernativa presidida por don CORNELIO SAAVEDRA, con JUAN JOSÉ CASTELLI, MANUEL BELGRANO, MIGUEL DE AZCUÉNAGA, DOMINGO MATHEU, JUAN LARREA Y MANUEL ALBERTI como vocales y MARIANO MORENO y JUAN JOSÉ PASO como secretarios. Se mezclaban en esta junta españoles europeos con criollos de acuerdo a la mejor tradición de los cuerpos colegiados coloniales.
Restaba ahora la menuda tarea de legitimarse mediante el consentimiento del resto del virreinato a cuyas autoridades comunales se invitaba a elegir diputados al congreso que habría de constituirse para decidir sobre el futuro común. Pero esta cuestión conforma otro capítulo de nuestra historia.

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Julio Colotti

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